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Por Enrique Bucher

Los humedales están entre los ecosistemas más amenazados a nivel mundial. Se estima que la mitad de la superficie ocupada originalmente ya se ha perdido, a pesar de los esfuerzos internacionales, en particular de la Convención Ramsar de 1971. Esta reducción impacta obviamente sobre la biodiversidad y los servicios ambientales que prestan los humedales.

El Gran Chaco Sudamericano es una ecorregión todavía rica en humedales, aunque no escapa a la tendencia regresiva mundial. El Chaco no sólo está afectado por una intensa deforestación, sino también por un proceso paralelo e igualmente intenso de pérdida de pastizales naturales, tanto en ambientes terrestres como en humedales. Lamentablemente, esta pérdida no ha recibido una atención proporcional a la otorgada a los bosques, tanto a nivel de la opinión pública como de la legislación vigente.

Los Bañados del río Dulce ocupan el valle de inundación de la porción final del río Dulce que incluye porciones de Santiago del Estero y Córdoba. Con una extensión de alrededor de diez mil kilómetros cuadrados, constituyen un ejemplo destacado y muy valioso de los pocos fragmentos de gran superficie que todavía subsisten en el Chaco.

La región está caracterizada por un paisaje heterogéneo y complejo, en el que se combinan el curso del río Dulce, lagunas temporarias y permanentes, amplios pastizales, y matorrales de arbustos y cardones, constituyendo una típica sabana inundable de origen pluvial. Dentro de esa vasta región se encuentra el área protegida de la reserva provincial y sitio Ramsar “Bañados del río Dulce y Laguna Mar Chiquita” en la provincia de Córdoba. No existe una contraparte con igual grado de protección en la provincia de Santiago del Estero.

(Crédito: Victoria Lassaga / Natura International)

El rol de las inundaciones y el fuego

Los pastizales de humedales salinos están condicionados fundamentalmente por una alta salinidad de los suelos y también por dos factores dinámicos fundamentales: la ocurrencia de inundaciones e incendios anuales. Ambos son esenciales para la supervivencia de los pastizales.

La inundación anual se origina por los desbordes anuales del río Dulce, los que ocurren entre marzo y julio aproximadamente.

Esta lámina de agua se desplaza hacia el sur hasta llegar a la laguna Mar Chiquita, cubriendo un área que varía anualmente dependiendo de las lluvias en la cuenca del río, la cual puede llegar a más de cuatro mil kilómetros cuadrados. La inundación lava las sales de los suelos y aporta nutrientes acarreados por el río, facilitando el crecimiento de la vegetación. Al retirarse las aguas al final del invierno gran parte de la biomasa vegetal producida se seca y es fácilmente inflamable, dando lugar al período anual de incendios, los cuales tienen tanto origen natural (rayos) como producidos por el hombre. El fuego elimina los arbustos que compiten con los pastizales y produce un rápido ciclado de nutrientes y el rebrote de pastos con alto valor nutritivo para el ganado.

Ni la inundación ni el fuego son procesos adversos que deban ser controlados. Por lo contrario, si se los elimina el sistema puede ser alterado en gran medida. La importancia de estos pulsos ambientales anuales se evidencia cuando se visualiza el impacto ambiental que tendría la supresión de los mismos. La salinidad del suelo aumentaría, los pastizales serían reemplazados por arbustos, y el paisaje se transformaría en un salar mucho menos productivo y con menor biodiversidad de aves y otras especies.

(Crédito: Victoria Lassaga / Natura International)

Uso de la tierra

El área de los Bañados estuvo bajo control indígena hasta alrededor de 1860, cuando las poblaciones indígenas fueron desplazadas. Desde entonces la población europea fue siempre baja, y la ganadería fue el principal recurso bajo explotación. El manejo del ganado se basó en la ganadería trashumante, práctica que consiste en mover los rebaños lejos de la costa del río Dulce en época de crecidas para retornarlo durante la estación de bajante. Dicho manejo era posible gracias a la falta casi total de alambrados. Esta práctica es común en otras regiones pastizales del mundo, y es equivalente a la “veranada” que se practica en las regiones montañosas de Argentina cuando se traslada al ganado a tierras altas en verano y se lo retorna a las partes bajas en invierno.

Amenazas

A partir de finales del siglo XX y comienzos del XXI han aparecido nuevas formas de manejo del recurso hídrico y uso de la tierra que amenazan seriamente el futuro de los bañados.

En primer lugar, el aumento del consumo de agua para uso doméstico y agrícola en el alto Río Dulce ha determinado una disminución del aporte que llega a los bañados, tanto en términos del caudal anual total como de la magnitud de las inundaciones anuales. En segundo término, se viene produciendo una rápida escalada en adquisiciones de tierra en la región destinadas a implantar ganadería y aun cultivos en áreas cercadas permanentes, haciendo de esa forma prácticamente imposible la continuación de la ganadería itinerante, y provocando cambios en la vegetación natural debida a la implantación de pasturas y cultivos no nativos.

(Crédito: Victoria Lassaga / Natura International)

Como resultado se observa una modificación significativa de la estructura del paisaje de los bañados aun dentro del área protegida en Córdoba, lo cual está siendo muy negativo para la biodiversidad regional. En adición, estos cambios han provocado serios conflictos sociales con los pobladores originales del área que practicaban la ganadería itinerante.

Qué hacer

A menos que las actuales amenazas sean reconocidas y que tanto la comunidad local como las autoridades regionales logren implementar medidas de manejo adecuadas, la subsistencia de los bañados del río Dulce está claramente amenazada. Para ello se requieren acciones inmediatas y basadas en el entendimiento de la funcionalidad ecológica de los bañados de río Dulce.

Esto incluye en primer término una racionalización del manejo del caudal del río Dulce que asegure la cantidad necesaria para mantener el ecosistema en su condición actual, tanto en lo que hace a la cantidad de agua como al pulso anual de inundación.

Además, se requiere replantear el uso de la tierra que se hace en la actualidad, que no solo afectan a las pasturas nativas y a la biodiversidad local, sino que también tienen limitaciones muy severas para el uso agrícola ganadero tradicional.

Muy importante también sería crear nuevas áreas dentro de los bañados bajo condiciones de reserva estricta (sin ningún tipo de uso), con el fin de asegurar la preservación integral de la biodiversidad de la ecorregión.

Referencia: Bucher, E. H. 2016. El futuro incierto de los humedales del Chaco: el caso de los bañados del Río Dulce. PARAQUARIA NATURAL 4(2): 11 -18.