“La vivienda más eficiente es la que menos energía demanda, no solo aquella que la genera a través de energías renovables”, nos dice Fabián Garreta, invitado de este mes al blog de Natura Argentina. Algunos consejos para aprovechar mejor el clima y la energía de nuestras casas.

Por Fabián Garreta

 

Hubo una época en que las necesidades de confort eran satisfechas directamente con las resoluciones arquitectónicas. Lo que no podía ser resuelto con la construcción se mitigaba con la vestimenta. Si tampoco alcanzaba, se toleraba un rango de confort más amplio. Desde mediados del siglo pasado, y en el marco de una suerte de “mundo de energía barata y abundante”, la arquitectura se divorció de la interacción con el entorno y comenzaron a multiplicarse los sistemas de calefacción y refrigeración que hoy conocemos.

Actualmente, y más allá del monto final que se paga en la factura de electricidad, gas o agua de red, el costo de la energía ha ido creciendo a causa del constante aumento de la demanda (crecimiento de la población mundial y mayor consumo) y la búsqueda de soluciones ambientalmente más sustentables.

La construcción y el uso de edificios es responsable de aproximadamente la tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. El mayor consumo energético se encuentra en la climatización: refrigeración y calefacción de espacios habitables.

Vivienda en Roatan-Honduras. Gentileza del autor.

 

En Argentina, ese porcentaje se repite, aun contando con la distribución demográfica muy favorecida con el clima. Podríamos decir que la calidad constructiva en el país es deficiente, ya que la envolvente edilicia es incapaz de aprovechar las condiciones ambientales favorables (ganancia solar en invierno y ventilación en días cálidos) y evitar las perjudiciales (aislación térmica, uso de aleros y parasoles).

La necesidad de lograr confort, para descansar, trabajar o estudiar, es beneficioso para la salud y para mejorar nuestra calidad de vida. En la actualidad está ampliamente establecido que las mejores condiciones se logran con temperaturas entre 18 y 26°C. Si la arquitectura logra una muy buena interacción con el clima, y se alcanzan esos valores de temperatura en el interior del edificio, la demanda de energía para mejorar su habitabilidad baja significativamente.

CAMINO A LA VIVIENDA SUSTENTABLE

Muchas variables involucran a una vivienda para ser sustentable. Desde los aspectos más básicos relacionados con la arquitectura y su modo de vivirla, hasta el recupero de aguas, el diseño del paisaje, la incorporación de equipamiento eficiente o la implementación de energías renovables.

Vivienda en Roatan-Honduras- Gentileza del autor.

Sostener o mejorar el nivel de confort bajando el consumo energético es el gran desafío. El factor más importante a la hora de lograr una vivienda eficiente es reducir el intercambio de calor entre el interior y el exterior, dado que más del 60% de la energía consumida en vivienda se destina al acondicionamiento térmico (frío y calor). La vivienda más eficiente es la que menos energía demanda, no solo aquella que la genera a través de energías renovables. 

Aquí, algunos consejos, o criterios bioclimáticos de diseño a tener en cuenta:

  • Verificar y, de ser necesario, corregir el nivel de aislación térmica de muros, cubiertas y ventanas. Dependiendo el tipo de cubiertas o techos es más o menos sencillo adicionar aislación térmica, existen soluciones que se apoyan directamente sobre cubiertas planas y reducen a menos de 1/3 las pérdidas de calor.

 

  • Trabajar sobre los muros suele ser más complejo, pero podemos utilizar revoques térmicos, placas de aislación o revestimientos que permitan incorporar mayor control del flujo térmico entre el muro existente y la nueva terminación. 

 

  • Las aberturas son los elementos térmicamente más permeables. Pueden reemplazarse por nuevas con tecnología de doble vidriado hermético (DVH) y perfiles con menor conductividad e infiltración. Si el presupuesto es más ajustado, se pueden aplicar burletes a todas las aberturas, disminuyendo el ingreso y egreso de aire.

 

  • Materiales amigables con el ambiente: seleccionar materiales con certificación de sustentabilidad, como el Floor-score o FSC en maderas. Buscar aquellos que cuenten con contenido reciclado y los que se produzcan cerca del lugar de la obra para disminuir el impacto del transporte. Hoy en día, gracias a la demanda de los consumidores, la mayor parte de las grandes empresas muestran esas cualidades en las hojas técnicas de sus productos. En cuanto a los electrodomésticos, seleccionar aquellos con eficiencia A o superior y buscar equipos robustos que requieran menor recambio.

EL FUTURO DE NUESTRAS CASAS

Existe una creciente e insatisfecha demanda de vivienda en Argentina que podría abordarse desde el diseño bioclimático y la eficiencia. El diseño bioclimático no debe ser asociado a la construcción con materiales rudimentarios (barro, paja, desechos industriales). Por el contrario, las decisiones proyectuales y tecnológicas deben responder al clima y asegurar estabilidad en el tiempo con mínimo mantenimiento y uso de energía.

La implementación de la Ley de Generación Distribuida 27.424, en vigencia hace ya algunos años, puede ser un instrumento estratégico para descarbonizar la arquitectura existente y la futura. Su aplicación a escala depende de la voluntad de cada gobierno, pero ya es una herramienta disponible y de eficacia probada.

Hay empresas que comercializan materiales con certificaciones que aseguran un menor impacto en el uso de insumos y la producción de los mismos. Lamentablemente, el mercado de la construcción evoluciona muy lentamente de la mano de una economía inestable, lo que dificulta la creación de empresas con “espíritu verde”.

Se puede observar muchas veces un uso desmedido y engañoso del concepto de sustentabilidad con fines comerciales, así como también asociaciones no muy exitosas de uso de energía solar en edificios arquitectónicamente muy ineficientes. Por ejemplo, a veces, simplemente se coloca un equipo solar de agua caliente sanitaria o fotovoltaicos, y creemos que con eso logramos “ser sustentables”.

Certificacion-LEED-YPF-Nordelta. Gentileza del autor.

Pero desde hace varias décadas existen normativas y legislación, sobre todo en países centrales, que obligan a los profesionales a alcanzar ciertos valores mínimos de eficiencia energética en los proyectos. En algunos casos, estas exigencias redundan en mayor calidad constructiva y menor impacto en el medio ambiente, hasta cumplimentar normativas de excelencia arquitectónica, como lo pueden ser la Certificación LEED, Passivhaus, Breeam, EDGE u otras.

En Europa es común encontrar edificios que cuentan con un balance energético igual a cero. Es decir, durante un ciclo anual consumen lo mismo que generan. Y eso no es lo más avanzado, hay edificios que incluso tienen superávit energético: producen más de lo que consumen. 

En Argentina, ciudades como Rosario y Buenos Aires, tienen normativa orientada a realizar proyectos de arquitectura de menor demanda energética. Todas cuentan con el marco legal; sin embargo, su aplicación todavía no es efectiva.

El desafío del futuro está en la aplicación de criterios bioclimáticos de diseño: considerar orientaciones, uso de aislación térmica, ventilación natural, asoleamiento de espacios interiores en épocas frías y protección solar en verano, etc. Si a eso le sumamos la elección de sistemas e instalaciones eficientes, se reducirá fuertemente el uso de energía para los equipos de climatización. Con solo aprovechar el sol como fuente de calefacción en viviendas, en Argentina se estaría ahorrando algo más de un 10% de energía primaria.

 

Cuando se nombra la provincia de Santiago del Estero en lo que se suele pensar es en una chacarera, el calor agobiante, el bosque nativo con sus Quebrachos, e incluso algunas veces, en el famoso Río Dulce. Este río recorre la provincia de norte a sur y pocos conocen el secreto que esconden sus aguas al unirse con la laguna Mar Chiquita, en el extremo sur de la provincia.   

Es justamente en este sector donde el Río Dulce forma un increíble delta que, junto a la laguna, conforman un enorme humedal de un millón de hectáreas, el mayor humedal salino de Sudamérica. Lo que más se destaca de este ecosistema es su gran biodiversidad, lo cual otorga a los bañados del Río Dulce una gran importancia ambiental.

En sus diversos ambientes acuáticos se concentran miles de aves coloniales y migratorias que sustentan más del 1% de sus poblaciones a nivel global, que es lo mismo a decir que son cientos de miles de individuos. En los ambientes terrestres asociados también se encuentran especies de mamíferos amenazadas como el yaguarundi (Herpailurus yagouaroundi), el pecarí de collar (Pecari tajacu), la tortuga terrestre (Chelonoidis chilensis), el lobito de río (Lontra longicaudis), el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) y numerosas especies de anfibios, reptiles y peces.  

Una parte de este humedal se encuentra en la provincia de Córdoba y otra en la provincia de Santiago del Estero. El área correspondiente a Córdoba es reconocida como sitio RAMSAR y el sector de la laguna Mar Chiquita forma parte de la Red Hemisférica de Aves Playeras. Esta provincia designó el humedal como Reserva Provincial de Uso Múltiple, una categoría relativamente débil que no alcanza para garantizar la conservación de sus valores naturales y culturales. Esto ha llevado a una campaña provincial, nacional y global  para convertir esta zona en Parque Nacional. En dicha estrategia -liderada desde el tercer sector por Aves Argentinas y apoyada por nosotros y numerosas organizaciones e instituciones- trabajaron todos los niveles de gobierno. 

En Córdoba, desde 2017, se han realizado trabajos fundamentales para lograr la declaración, y ya está muy cerca la creación del Parque Nacional Ansenuza, aprobada por la legislatura de Córdoba. Ahora es el turno del gobierno nacional, ya que la ley tiene que ser tratada en la Cámara de Diputados, y en la de Senadores. A pesar de todos estos importantísimos avances, el área correspondiente a Santiago del Estero carece de protección legal o designación internacional, y hasta hace muy poco había poca información sobre qué especies estaban presentes en el lugar y sobre los pobladores que viven en estrecha relación con el humedal.  

El equipo de Natura Argentina trabaja desde 2019 en la zona de los bañados del Río Dulce, en la provincia de Santiago del Estero. Una de las principales actividades que estamos realizando junto con los pobladores locales, es actualizar la información sobre el conocimiento y utilización local de los ecosistemas y las diferentes especies que se pueden encontrar en los distintos ambientes de los bañados. 

Al trabajar con los pobladores locales afianzamos la construcción colectiva de conocimiento, uno de los pilares de nuestro trabajo en conservación. Gracias a estos diálogos, descubrimos cómo perciben su territorio, cómo se vinculan con el resto de las especies y sus ambientes, cómo creen que influyen los usos y las actividades que realizan en la salud del territorio y cómo son afectados por su dinámica diaria de trabajo. El conocimiento de los pobladores locales es clave en un proceso de construcción de estrategias para conservar los valores culturales y ambientales de un lugar, y las comunidades locales deben participar de las decisiones que se tomen al respecto, porque son parte del territorio a construir y los principales beneficiados. 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gracias al trabajo y la información social, pudimos identificar qué especies vulnerables suelen ser vistas, y en qué ambientes. Con estos saberes, salimos al campo a buscar las especies catalogadas en peligro de extinción o vulnerables según la lista de IUCN, gracias al apoyo de Rain Forest Trust. El trabajo técnico consistió en la colocación de cámaras trampa en diferentes puntos. Así pudimos realizar muestreos para poder observar huellas, avistar fauna y cualquier otro tipo de evidencias sobre la presencia de las especies. 

Estos esfuerzos dieron sus frutos y el equipo de trabajo logró registrar un total de 152 especies de aves, lo que representa el 39,3% del total de especies de aves citadas para la provincia de Santiago del Estero. De estas especies, 35 son migratorias y utilizan los humedales durante el verano para alimentarse y/o anidar. Además, se confirmó la presencia de 16 especies de mamíferos, seis reptiles, seis anfibios y tres especies de peces. De todas estas especies se destaca la presencia del flamenco andino (Phoenicoparrus andinus), que suele verse durante el invierno y cuando el río sube y forma humedales.

 Crédito: Equipo Natura Argentina

Mediante las entrevistas, los pobladores locales confirmaron la presencia del águila coronada (Buteogallus coronatus), el pecarí chaqueño o quimilero (Catagonus wagneri) y la tortuga chaqueña o terrestre (Chelonoidis chilensis), especies catalogadas como vulnerables o en peligro de extinción por la UICN. Estas especies están asociadas a las zonas altas con bosque nativo en el margen de la depresión de los bañados del Río Dulce. 

Crear un área protegida (AP) en el delta del Río Dulce sería  un gran paso para la conservación de estos importantes humedales. Es una forma de resguardar los bienes y servicios que los pobladores locales utilizan para vivir, y un recurso para proteger los ecosistemas donde viven todas las especies que logramos identificar en los bañados del Río Dulce. Por esto, seguiremos trabajando en la zona, para avanzar con los estudios biológicos necesarios, para aumentar y actualizar la información sobre la presencia de las especies en categorías amenazadas o en peligro de extinción. También vamos a continuar en contacto con los pobladores locales, no solo para conocer sus opiniones, sino también para brindarles toda la información necesaria para que puedan ser parte de las distintas etapas de la creación de un AP.

 

Por Claudio Bertonatti

Tradicionalmente, se divide el patrimonio en natural y cultural. Se trata de un ejercicio intelectual que busca clasificar bienes, espacios, especies… solo a los fines de simplificar su comprensión, como lo hace la taxonomía con la zoología o la botánica. Pero esa clasificación condiciona nuestra percepción, al punto de observar la naturaleza, por un lado, y la cultura, por otro: estamos ante un problema.

La realidad es que, incluso cuando recorremos el paisaje más urbano, es fácil comprobar que las especies silvestres están presentes, al igual que el suelo, el agua y el aire. Del mismo modo, cuando caminamos por un ecosistema silvestre están presentes los aspectos culturales: a veces, de modo invisible, como los topónimos, los mitos, las leyendas, las canciones, la historia, los nombres populares de los animales, los usos medicinales de las plantas… En otras ocasiones su presencia es obvia si hay senderos, caminos y otras estructuras humanas. 

Sin embargo, la disociación de “lo natural” con “lo cultural” suele reforzarse con la comunicación brindada en los lugares emblemáticos de uno y otro lado. Por ejemplo, en las áreas naturales protegidas los folletos y carteles muestran la flora o la fauna, pero rara vez los componentes culturales (históricos, antropológicos, arqueológicos y folklóricos). Algo equivalente ocurre cuando visitamos un museo histórico, arqueológico o de arte: todo muy lindo, pero la naturaleza no aparece, como si fuera una metáfora de la mirada de un tuerto. Pero si tenemos la posibilidad de ver con los dos ojos, el campo visual se ampliará para revelar un panorama integrador.

Desde esa mirada aparece el patrimonio. Es decir, el legado integral (natural y cultural) de las generaciones que nos antecedieron. Ellas seleccionaron objetos, sitios, personajes, especies y hechos con los que se identificaron en su tiempo. Nosotros no solo los recibimos: los resignificamos, los ratificamos, los descartamos o los renovamos. Por lo tanto, el patrimonio es una construcción social, basada en la valoración, el sentir y el conocimiento del presente. Por eso, distintas sociedades se identifican con un inventario patrimonial que varía con el tiempo, aunque siempre, con un mismo fin: hilarlos para entramar un relato sobre su identidad.